11 marzo 2022
Escuchando el mundo
Cuando no me entiendo con alguien automáticamente me invade una sensación de fracaso. Cualquier diálogo subido de tono, un acuerdo al que no he logrado llegar, o simplemente una palabra mal escogida hace que sienta frustración, y me culpo.
He asumido que soy así, le doy tanto peso a la palabra que en ocasiones me paso… Para mí, the Word is the World, lo es todo.
Sé que no soy la única a la que le sucede esto, justo esta semana escuchaba a Espido Freire, acerca de la palabra, del poder de la palabra y me sentí tan cerca de lo que decía que casi me parecía que estuviera hurgando en mi corazón.
Las palabras que uso, las que callo, las que escucho. Cuántas veces pienso después de terminar una frase que algún termino no ha sido el más adecuado, una coma mal puesta o quizá mi dichoso tono, otro mundo por jugar.
He trabajado muchos años con extranjeros y también con proyectos complejos entre manos, el lugar idóneo para verme envuelta en malentendidos y quizá por eso a día de hoy, no ha cesado mi necesidad de aprender.
Un reto vital es comunicar de la forma más eficaz en mi lengua materna y también en las demás, en las que felizmente me sentiré eterna aprendiz.
Necesito comprender lo que escucho cuando alguien me habla, no basta seguir el hilo superficialmente, no me siento cómoda en las conversaciones de ascensor. Quizá por eso cualquier desconocida me elige rápidamente para confesar sus intimidades, debo llevarlo escrito en la frente.
Hay otro diálogo que tampoco me interesa en absoluto, el soliloquio. ¡Qué pereza me da ese discurso! Básicamente uno habla para lucirse utilizando un lenguaje muy complejo, y no se detiene un segundo a comprobar si alguno le está siguiendo. En esos casos sólo veo el ego del que habla y me produce tremenda vergüenza.
Como profe de idiomas tengo muy claro que el lenguaje es un vehículo, pero en ese viaje debemos ir juntos por favor y si no, déjenme en esta parada que me apeo, yo prefiero otros destinos.
Ahora que lo pienso, no es casualidad que las personas a las que más he admirado toda mi vida sean escritores o grandes oradores. Seguro no era porque tenían un gran léxico, sino porque comunicaban mensajes complejos para todos los públicos. Todos íbamos en ese viaje.
El mensaje o la historia que sea me gusta que esté por delante de la elocuencia del que habla. Siempre me ha gustado escuchar, mucho más que hablar así que ya puedo afirmar a mis pasados cuarenta años, que la mitad de lo que he escuchado en mi vida, me lo podía haber ahorrado.
Sobran muchas palabras en el mundo. Sinceramente creo que deberíamos hablar mucho menos para que este mundo fuera más pacífico.
Cuando estábamos en casa, durante el confinamiento, hicimos un episodio dentro del Podcast de Clase y Café Sobre la escucha que aún me lo pongo para repasar cómo debo hacerlo, sobre todo a los que quiero. Aquí dejo os lo dejo por si os interesa a algun@. Gracias por leerme hoy.
Os sigo escuchando,
Zay
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